Qué es y como funciona el aparato cardiocirculatorio
Nuestro cuerpo precisa para su
funcionamiento de oxígeno y sustancias que proporcionan energía (azúcar,
proteínas). El aparato cardiocirculatorio es el encargado de realizar
la distribución de estas sustancias por todo el organismo y está
constituido fundamentalmente por el corazón y un conjunto de tubos
elásticos a los que llamamos arterias y venas.
El corazón es una bomba que con su acción
impulsora, proporciona la fuerza necesaria para que la sangre y las
sustancias que transporta ésta, circulen adecuadamente a través de ese
conjunto de tubos.
En cada latido, el corazón expulsa una
determinada cantidad de sangre hacia la arteria más gruesa (aorta); por
sucesivas ramificaciones que salen de ella, esta sangre llega a todo el
organismo.
La sangre cuando ha cedido el oxígeno y los
nutrientes (proteínas, azúcar) a las células del organismo se recoge en
otros tubos llamados venas que la devuelven nuevamente al corazón.
El corazón tiene cuatro cámaras o cavidades, dos aurículas y dos ventrículos. La sangre que vuelve al corazón por las venas entra por la aurícula derecha (AD). Desde la aurícula, a través de una válvula (tricúspide) la sangre pasa a otra cámara del corazón, ventrículo derecho (VD) y de aquí por la arteria pulmonar llega a los pulmones, donde incorpora el oxígeno que tomamos en la respiración. La sangre, ya oxigenada, vuelve al corazón, concretamente a la aurícula izquierda (AI), por las venas pulmonares. Desde aquí, pasando por la válvula mitral, llega al ventrículo izquierdo (VI), que es el principal motor impulsor de la sangre hacia el resto del cuerpo.
El corazón tiene cuatro cámaras o cavidades, dos aurículas y dos ventrículos. La sangre que vuelve al corazón por las venas entra por la aurícula derecha (AD). Desde la aurícula, a través de una válvula (tricúspide) la sangre pasa a otra cámara del corazón, ventrículo derecho (VD) y de aquí por la arteria pulmonar llega a los pulmones, donde incorpora el oxígeno que tomamos en la respiración. La sangre, ya oxigenada, vuelve al corazón, concretamente a la aurícula izquierda (AI), por las venas pulmonares. Desde aquí, pasando por la válvula mitral, llega al ventrículo izquierdo (VI), que es el principal motor impulsor de la sangre hacia el resto del cuerpo.
El sistema circulatorio tiene una gran
capacidad para adaptarse a las distintas necesidades del organismo. El
volumen de sangre que impulsa el corazón en reposo es de unos 5 litros
por minuto; esta cifra puede elevarse hasta cuatro veces más durante el
esfuerzo, fundamentalmente aumentando el número de latidos por minuto.
El corazón es un órgano muscular
(miocardio); como todos los músculos necesita para su funcionamiento
oxígeno y nutrientes, que obtiene, como el resto del cuerpo, de la
sangre. Ésta le llega a través de las arterias coronarias que salen de
la aorta.
Las arterias coronarias recorren la superficie externa del corazón en todo su contorno, formando una especie de corona (de aquí su nombre) y dan ramas que hacen llegar la sangre a todo el músculo cardíaco.
Las arterias coronarias recorren la superficie externa del corazón en todo su contorno, formando una especie de corona (de aquí su nombre) y dan ramas que hacen llegar la sangre a todo el músculo cardíaco.
Las arterias coronarias son dos: derecha e
izquierda. La coronaria izquierda se divide en dos grandes ramas:
descendente anterior y circunfleja. Tenemos así tres grandes arterias:
coronaria derecha, descendente anterior y circunfleja.
Las necesidades de oxígeno del músculo cardíaco no son siempre las mismas, se modifican con el ejercicio, el trabajo y el estrés, entre otras circunstancias. Cuando el organismo precisa más aporte de energía, el corazón responde adecuadamente aumentando su trabajo. Este aumento hace que se eleven también las necesidades de oxígeno del propio músculo cardíaco, necesidades que son resueltas mediante un mayor aporte de sangre a través de las arterias coro
Las necesidades de oxígeno del músculo cardíaco no son siempre las mismas, se modifican con el ejercicio, el trabajo y el estrés, entre otras circunstancias. Cuando el organismo precisa más aporte de energía, el corazón responde adecuadamente aumentando su trabajo. Este aumento hace que se eleven también las necesidades de oxígeno del propio músculo cardíaco, necesidades que son resueltas mediante un mayor aporte de sangre a través de las arterias coro
Enfermedad Coronaria
Llamamos “enfermedad coronaria” a la
incapacidad de las arterias coronarias para llevar el oxígeno necesario a
un determinado territorio del músculo cardíaco, lo que dificulta el
funcionamiento de éste. Así pues, el corazón enferma por la mala función
del sistema de irrigación (arterias coronarias).
La causa más frecuente de alteración de las
coronarias es la arterioesclerosis (endurecimiento de las arterias),
proceso natural al que se añade en algunas personas el depósito de
sustancias como colesterol o calcio, en la pared de los vasos. A estos
depósitos se les llama placas de ateroma. La formación de placas de
ateroma no tiene relación directa con la edad, como hemos dicho de la
arterioesclerosis, de tal manera que en algunos aparece muy pronto y en
otros no lo hace nunca.
Probablemente hay alguna causa hereditaria
que explique este hecho, pero no cabe duda de que existen factores
(tabaco, colesterol elevado, hipertensión, diabetes etc…) que favorecen
el desarrollo de las placas de ateroma, son los llamados «FACTORES DE
RIESGO»de esta enfermedad y de los que luego nos ocuparemos.
Al crecer las placas de ateroma, se reduce
el calibre de las arterias en su interior y disminuye la cantidad de
sangre que puede pasar a su través. Como consecuencia la cantidad de
oxígeno que llega es insuficiente para el trabajo que tiene que hacer el
corazón.Cuando una parte del corazón no recibe sangre suficiente
decimos que está isquémico y en este momento se manifiesta la enfermedad
coronaria, también llamada cardiopatía isquémica.
La enfermedad coronaria o cardiopatía isquémica se manifiesta principalmente como:
- Angina de pecho.
- Infarto de miocardio (se suele llamar de forma abreviada I.A.M.).
En los dos casos hay una reducción en la
llegada de oxígeno a una parte de músculo cardíaco. En la angina de
pecho la falta de riego es pasajera y no deja daño, mientras que en el
infarto, la falta de oxígeno es tan prolongada que se produce la muerte
de células musculares (necrosis).
¿CÓMO ES LA ANGINA DE PECHO?
Es una sensación de dolor, opresión o
malestar que generalmente se inicia en el centro del pecho, que puede
extenderse principalmente a los brazos, el cuello, la espalda y la
mandíbula; es de intensidad progresiva y duración limitada.
Muchas veces este dolor coincide con el
ejercicio, el trabajo, la actividad sexual y las emociones, situaciones
todas ellas que aumentan las necesidades de oxígeno del miocardio;
recordemos que la arteria con placas de ateroma en su interior no puede
aportar la cantidad precisa de oxígeno. La angina desaparece cuando cesa
la circunstancia que la desencadenó.
En otras ocasiones, el dolor o crisis de
angina, aparece en reposo; en este caso lo que ocurre es la rotura
súbita de una placa de ateroma o bien un estrechamiento o espasmo de la
pared de la arteria, dificultándose así el paso de sangre.
¿CÓMO ES EL INFARTO DE MIOCARDIO?
Es un dolor semejante al de la angina de
pecho, aunque de mayor intensidad y duración, y suele ir acompañado de
sudoración, náuseas y vómitos. El infarto se produce cuando una arteria
se obstruye totalmente, en la mayoría de los casos por un coágulo de
sangre que se forma sobre una placa de ateroma que se ha roto. El
infarto es habitualmente un evento inesperado, no asociado a ninguna
situación determinada que permita predecirlo. La gravedad del infarto
depende de la cantidad de músculo que se destruye y está en relación con
la arteria obstruida y el lugar en el que se produce la obstrucción.
Por fortuna el corazón tiene una capacidad
de reserva importante y después de la mayoría de los infartos de
miocardio el músculo cardíaco que permanece sano realiza el trabajo de
bomba necesario, de tal forma que el paciente puede llevar una vida
perfectamente normal
Enfermedad Coronaria
El término “enfermedad coronaria” hace
referencia a la aparición de lesiones, generalmente causadas por
arteriosclerosis, en las arterias coronarias (arterias que llevan la
sangre al músculo cardiaco).
La arteriosclerosis se produce por el
depósito de sustancias, como el colesterol, y la proliferación celular
en la pared arterial, en la que se terminan formando las denominadas
“placas de ateroma”. El crecimiento de las placas de ateroma da lugar a
un estrechamiento del interior de las arterias, lo que conduce a una
disminución del riego sanguíneo y, por lo tanto, a una menor llegada de
oxígeno, en el órgano o tejido correspondiente.
En ocasiones, las placas de ateroma se
fisuran o rompen, formándose sobre ellas un coágulo de sangre que
obstruye la arteria bruscamente, dando lugar a una disminución repentina
y severa del flujo sanguíneo, que lleva a la muerte de las células en
poco tiempo. Cualquier arteria del organismo puede sufrir
arteriosclerosis, pero las más frecuentemente afectadas son las del
corazón, cerebro y extremidades inferiores. La arteriosclerosis
coronaria supone que se produzca isquemia (disminución del riego
sanguíneo) en el músculo cardiaco, lo que puede llegar a dar lugar a la
muerte de las células.
A la enfermedad coronaria también se le
suele denominar “cardiopatía isquémica”, que viene a ser la enfermedad
del corazón causada por disminución del riego sanguíneo en el miocardio
(músculo cardiaco).
Factores de riesgo.
La causa exacta y el mecanismo preciso de
todo el proceso de desarrollo de la arteriosclerosis no es bien
conocido. Sin embargo, se sabe que existe una serie de factores que
favorecen la aparición y progresión de esta enfermedad. Los factores de
riesgo de arteriosclerosis más importantes son el tabaco, la
hipertensión, la hipercolesterolemia y la diabetes. Son también
importantes, aunque no modificables, los antecedentes familiares, el
sexo masculino y la edad del individuo. La arteriosclerosis es más
frecuente en las personas con familiares que padecen esta enfermedad que
en las que no tienen antecedentes, también es más frecuente en los
hombres que en las mujeres y su incidencia es mayor cuanto mayor es la
edad del individuo. Se consideran factores de riesgo menores la
obesidad, el sedentaris
Síntomas
La enfermedad coronaria se manifiesta,
fundamentalmente, de dos formas: la angina de pecho y el infarto de
miocardio. En la angina de pecho la disminución del riego sanguíneo al
músculo cardiaco suele durar menos de media hora, por lo que no se
produce muerte celular. En el infarto de miocardio, sin embargo, la
isquemia suele ser más duradera, produciéndose la necrosis (muerte) de
las células. En ambos casos el síntoma más habitual es la aparición de
un dolor de intensidad variable localizado en la parte anterior del
tórax. A veces el dolor se manifiesta en el cuello, brazos, espalda y/o
abdomen. No es raro que el paciente refiera algún síntoma acompañante,
como falta de aire, mareo, sudoración, palpitaciones, náuseas y/o
vómitos. En ocasiones no aparece verdadero dolor sino sensación de
opresión, quemazón o malestar inespecífico en la parte anterior del
tórax. No es infrecuente que el paciente crea que la molestia es debida a
gases, sobre todo si el dolor se localiza en la parte superior del
abdomen, por lo que puede no darle la debida importancia. A pesar de lo
que supone una angina o un infarto, en un pequeño número de casos no se
presentan síntomas o éstos son muy ligeros y pasajeros. Además, los
mismos síntomas también pueden ser debidos a otros procesos, por lo que
es necesario que sean siempre valorados por un médico.
El paciente con angina de pecho presenta el
dolor torácico frecuentemente relacionado con algún desencadenante,
como puede ser el esfuerzo, físico o psíquico, el frío, estrés,
nerviosismo, emociones o la actividad sexual. El dolor suele durar menos
de 30 minutos y habitualmente se alivia en pocos minutos una vez ha
desaparecido la causa desencadenante. En el infarto de miocardio el
dolor suele persistir más de 30 minutos, muchas veces durante horas, ya
que la causa del mismo es la obstrucción fija de una arteria coronaria
por un trombo (coágulo de sangre). En algunos casos, la angina de pecho o
el infarto de miocardio son causados por un espasmo de una arteria
coronaria, independientemente de que existan o no placas de ateroma en
la misma. Con frecuencia el infarto aparece sin un desencadenante claro,
aunque pueden inducirlo los mismos factores que se mencionaron en la
angina de pecho. Una vez pasada la fase aguda del infarto, la zona de
miocardio muerto es sustituida por una cicatriz. Por ello, el tamaño del
infarto va a condicionar significativamente la situación futura del
funcionamiento cardiaco. Un infarto muy extenso puede dar lugar a un
fallo crónico del corazón que se manifiesta como insuficiencia cardiaca.
Diagnóstico
El diagnóstico de la angina de pecho debe
ser hecho por un cardiólogo, ya que requiere la utilización de técnicas
especiales. De todas formas, cuando los síntomas son típicos, cualquier
médico puede hacer el diagnóstico, aunque siempre se requerirá la
consulta cardiológica posteriormente. La evaluación inicial suele
hacerse mediante una historia clínica detallada, exploración física,
analítica general, electrocardiograma y radiografía de tórax. Pero el
diagnóstico más preciso suele requerir otras pruebas, como un
ecocardiograma (ecografía del corazón) y una prueba de esfuerzo. En los
pacientes de mayor riesgo puede estar indicada la realización de una
coronariografía (cateterismo cardiaco para ver las arterias coronarias).
Cuando el dolor torácico es muy intenso,
dura más de 30 minutos, es repetitivo o se acompaña de síntomas
importantes, es obligatorio que el paciente acuda a un servicio de
urgencias para descartar una angina inestable o un infarto de miocardio,
los cuales requieren ingreso hospitalario y un tratamiento específico.
El infarto de miocardio puede ser diagnosticado rápidamente con un
electrocardiograma y confirmado con un análisis de sangre. La premura en
acudir a un centro hospitalario es especialmente importante en caso de
infarto de miocardio, ya que actualmente es posible disolver el coágulo
que obstruye la arteria coronaria mediante una medicación especial
(tratamiento trombolítico). Por ello, cada minuto de retraso en iniciar
este tratamiento supone un mayor daño miocárdico irreversible.
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad coronaria
debe ser siempre indicado y controlado por un cardiólogo, excepto en las
situaciones de urgencia, en las que la mayoría de los médicos sabe qué
medidas iniciales deben tomarse. El tratamiento de base de la enfermedad
requiere la conjunción de unas actitudes higiénico-dietéticas con la
terapia farmacológica. Debe abandonarse el tabaco y seguirse una serie
de recomendaciones sobre dieta y ejercicio físico. Se aconseja evitar el
exceso de peso y el estrés. Es obligatorio el estricto control de la
tensión arterial y el colesterol sanguíneo.
Si el paciente sufre un episodio de dolor
torácico, puede administrarse nitroglicerina sublingual y, si no está
tomando aspirina y no tiene antecedentes importantes de ulcera o
sangrado gástrico ni es alérgico a los salicilatos, puede tomarse
aspirina (entre 160 y 325 mg) por vía oral. Si el dolor y los síntomas
acompañantes no ceden rápidamente, lo más recomendable es acudir a un
servicio de urgencias. Allí se podrá hacer en poco tiempo el diagnóstico
de infarto de miocardio, lo que permitirá iniciar el tratamiento
trombolítico y salvar así la máxima cantidad de músculo cardiaco.
Además, se administrarán otras medicaciones para aliviar los síntomas,
tranquilizar al paciente y disminuir el riesgo de complicaciones. El
paciente suele ser ingresado en una unidad de cuidados intensivos
coronarios, donde se vigilará la evolución del proceso. Así, si aparece
alguna complicación, se tomarán las medidas terapéuticas necesarias
inmediatamente. En los casos más graves podrán requerirse medidas más
agresivas, como la realización de una angioplastia coronaria (dilatación
de la obstrucción con un catéter-balón) o cirugía de by-pass (puentes
de la aorta a la coronaria para saltar las obstrucciones).
Sea por una angina inestable o por un
infarto, la estancia hospitalaria variará según la situación clínica.
Los pacientes con rápida recuperación y sin complicaciones podrán salir
de la unidad coronaria en pocos días y ser dados de alta al domicilio en
7 a 10 días. La movilización suele iniciarse pronto y en los primeros
días de la estancia hospitalaria el paciente podrá comenzar a pasear.
Durante el ingreso, los pacientes son sometidos a diferentes pruebas
para valorar la importancia de la enfermedad. La estancia puede
prolongarse si se produce alguna complicación, aunque no siempre esto
supone una mayor gravedad. Algunos pacientes no requerirán más pruebas y
podrán reiniciar progresivamente las actividades habituales que
realizaba antes del ingreso. Otros, sin embargo, necesitarán una
valoración más profunda mediante estudios radiológicos especiales o
cateterismo. En cualquier caso, la finalidad de todo esto es, además de
intentar prevenir complicaciones futuras, procurar que el paciente se
reincorpore a su modo de vida previo, tanto en lo referente a su vida
familiar como a su actividad física, sexual y laboral. La mayoría de los
pacientes podrán estar realizando ya una actividad física moderada y
mantener relaciones sexuales aproximadamente al mes de haber tenido el
ataque cardiaco. La actividad laboral podrá reiniciarse a partir del
segundo o tercer mes tras el alta hospitalaria.
Tras un ataque cardiaco, el paciente deberá
tomar las debidas medidas preventivas, cambiando sus hábitos para
adquirir un estilo de vida saludable. Se le recomendará que evite el
frío o calor excesivos, así como la actividad física brusca, intensa o
extenuante. Deberá mentalizarse para mantener un estado de ánimo
positivo, buscando el apoyo de sus familiares y amigos y, si es
necesario, de un psicólogo o psiquiatra. Deberá seguir las
recomendaciones del cardiólogo quien, además, le indicará el tratamiento
que debe recibir y le realizará periódicamente las exploraciones que
considere oportunas.
La Insuficiencia Cardiaca
La Insuficiencia Cardiaca es un estado en
el que el corazón no es capaz de aportar un abastecimiento adecuado de
sangre para cubrir las necesidades metabólicas del organismo.
Puede desarrollarse rápidamente después de
un daño específico del miocardio (músculo cardiaco), como un infarto
agudo, o puede desarrollarse gradualmente en respuesta a un estrés
prolongado, como la hipertensión.
Etiología:
Las causas habituales de la IC incluyen la
hipertensión arterial, las valvulopatías, las cardiopatías congénitas,
la enfermedad de las arterias coronarias y las enfermedades del
miocardio. Las arritmias también pueden causar o bien agravar una
insuficiencia cardiaca previa.
Las anomalías fisiológicas en la IC son la
reducción del gasto cardiaco (volumen de sangre bombeado por el corazón
en cada latido) y la elevación de la presión telediastólica de llenado
ventricular. Cuando disminuye el gasto cardiaco, el corazón intenta
compensar esta situación elevando la frecuencia cardiaca.
Un descenso del gasto cardiaco puede causar
una disminución de la perfusión de los tejidos pudiendo afectar la
capacidad cognitiva, el aporte miocárdico de oxígeno y la función renal.
Cuando se produce una hipoperfusión renal provoca vasoconstricción y
retención de agua y sodio. Aunque se trata de un mecanismo de
compensación, el resultado final es un aumento del gasto cardiaco y un
mayor compromiso de la función ventricular en un corazón ya colapsado.
Signos y síntomas:
Una manifestación aguda de la IC es el
edema pulmonar. Esta es una situación que hace peligrar la vida. Se
presenta acortamiento de la respiración, intranquilidad, ansiedad y
aumento de la sudoración.
También puede presentarse ortopnea
(alteración en la que una persona debe sentarse o ponerse de pie para
poder respirar profundamente o con comodidad.), taquipnea (aumento de la
frecuencia respiratoria), un esputo espumoso color rosado y cianosis.
Dependiendo también de que la IC sea
derecha o izquierda variarán los signos y síntomas. En la primera se
puede observar nauseas, anorexia, aumento de peso, ascitis y/o dolor en
hipocondrio derecho; en la izquierda, debilidad, tos, taquipnea,
ortopnea y/o diaforesis.
Pruebas diagnósticas:
Los resultados de laboratorio con
alteraciones de los parámetros renales y hepáticos pueden ser
secundarios a una disminución de la perfusión tisular o a una elevación
de la presión venosa.
También en el ECG pueden observarse anomalías producidas por la cardiopatía existente.
El examen minucioso de la silueta cardiaca,
la valoración del agrandamiento de las cavidades y la búsqueda de
calcificaciones cardiacas aportan importantes indicios radiológicos
acerca de la etiología de la anomalía cardiaca primaria.
Mediante la ecocardiografía se pueden
detectar anomalías cardiacas existentes, así como las técnicas de eco
Doppler y de Doppler que permiten valorar la presencia y el grado de
insuficiencia y estenosis de las válvulas cardiacas.
Tratamiento:
La eliminación y el tratamiento inmediato
de la causa subyacente son importantes para tratar la IC. Se tiende a
mejorar el gasto cardiaco sin aumentar el trabajo del corazón.
Incluso en las situaciones más urgentes
debe determinarse la causa de la IC, buscar las circunstancias
corregibles y procurar la eliminación de los factores contribuyentes.
Entre estos factores que deben buscarse y controlarse se incluyen la
fiebre, el hipertiroidismo, las arritmias, la anemia, la ingesta
excesiva de sal o de alcohol, la hipertensión, el aumento de la
temperatura ambiente, la embolia pulmonar y la falta de cumplimiento del
tratamiento.
Un tratamiento típico incluye la
administración de oxígeno, un programa equilibrado de actividad y de
reposo, tratamiento farmacológico y cirugía cuando esté indicada
(sustitución valvular, comisurotomía o trasplante cardiaco).
El trasplante de corazón puede considerarse para las personas que tienen isquemia cardiaca terminal o cardiomiopatía.
La Insuficiencia Cardiaca
La insuficiencia cardiaca es la
consecuencia de un fallo del funcionamiento normal del corazón. El
corazón es un órgano que posee 4 cavidades (2 aurículas y 2 ventrículos)
cuyas paredes están formadas por músculo (miocardio), el cual, al
contraerse, expulsa la sangre hacia las arterias (pulmonar y aorta). La
sangre así es distribuida por el organismo y vuelve al corazón a través
de las venas (por un lado desde el pulmón y por otro desde el resto de
los órganos).
En la sangre van los nutrientes y el
oxígeno que necesitan los diferentes órganos y tejidos del cuerpo. La
insuficiencia cardiaca se produce cuando, por cualquier motivo, el
corazón es incapaz de expulsar hacia las arterias una cantidad
suficiente de sangre para suplir las necesidades de nutrientes y oxígeno
que necesita todo el organismo.
Además, como el corazón no es capaz de
expulsar la cantidad de sangre que normalmente expulsa hacia las
arterias, tampoco puede recoger toda la sangre que le llega desde las
venas, por lo que ésta se acumula en los órganos y tejidos produciendo
edema (acúmulo de líquido) en los mismos.
Causas
Las causas más frecuentes de la
insuficiencia cardiaca son la disminución de la fuerza de contracción
del músculo cardiaco y el mal funcionamiento de las válvulas del
corazón.
El músculo del corazón puede verse
deteriorado por varias enfermedades, como son el infarto de miocardio,
las infecciones víricas y las afectaciones de causa desconocida
denominadas “miocardiopatías”. En cualquiera de estos casos, se produce
una lesión del músculo cardiaco que conduce a una disminución de su
fuerza de contracció.Al disminuir la contractilidad miocárdica el
corazón impulsa una menor cantidad de sangre hacia las arterias. En
otras ocasiones, la insuficiencia cardiaca se produce como consecuencia
de una anomalía en alguna de las válvulas del corazón, las cuales pueden
volverse estrechas o no cerrarse suficientemente, haciendo que el
funcionamiento normal del corazón no pueda llevarse a cabo.
Manifestaciones
Los síntomas de la insuficiencia cardiaca
derivan, por un lado, del insuficiente aporte de sangre a todo el
organismo y, por otro, del acúmulo de líquido en los distintos órganos y
tejidos.
La disminución de la cantidad de sangre que
llega a los tejidos produce, principalmente, fatiga o debilidad
muscular. Por otro lado, el acúmulo de líquidos se produce, sobre todo,
en los pulmones, hígado, abdomen y extremidades inferiores.
El acúmulo de líquido en los pulmones
produce dificultad para respirar (disnea o falta de aire). Cuando la
insuficiencia cardiaca es ligera, la falta de aire sólo se nota con los
ejercicios. Sin embargo, cuando la insuficiencia cardiaca se hace más
importante, la falta de aire comienza a observarse al acostarse o en
reposo.
El acúmulo de líquido en el hígado hace que
éste aumente de tamaño y puede dar lugar a molestias en la parte
derecha del abdomen. El acúmulo de líquido en el mismo abdomen hace que
éste aumente de tamaño y se distienda, apareciendo además con frecuencia
molestias digestivas. El acúmulo de líquido en las extremidades
inferiores da lugar a un hinchazón de las mismas, sobre todo de las
piernas y pies.
Por otro lado, y dado que la retención de
líquidos se produce principalmente durante el día, es frecuente que se
elimine más líquido del cuerpo durante la noche, por lo que el paciente
tiene que orinar frecuentemente durante las horas nocturnas. Por último,
el paciente puede también notar otras molestias derivadas de la
enfermedad que causa su insuficiencia cardiaca (como puede ser la angina
de pecho) y de complicaciones de la misma (como palpitaciones en caso
de arritmias).
Los síntomas que más frecuentemente
refieren los pacientes con insuficiencia cardiaca son: falta de aire al
hacer ejercicio, falta de aire al acostarse totalmente tumbado e
hinchazón de pies y tobillos. Es también frecuente que refieran que
deben levantarse a orinar muchas veces durante la noche. La debilidad
muscular, la falta de aire en reposo y el edema severo en las
extremidades inferiores y abdomen se observan en los casos más
importantes de insuficiencia cardiaca.
Diagnóstico
El diagnóstico de la insuficiencia cardiaca
puede hacerse simplemente observando los síntomas comentados. Sin
embargo, dado que hay otras enfermedades que pueden producir
manifestaciones similares, es conveniente realizar una serie de estudios
para confirmar el diagnóstico. El médico deberá hacer una historia
clínica y una exploración física inicialmente. Luego pedirá pruebas
tales como un análisis de sangre, un electrocardiograma y una
radiografía de tórax. Si todo esto sugiere que existe una enfermedad del
corazón, se deberá realizar un ecocardiograma (ecografía del corazón),
el cual permite ver las válvulas y cavidades cardiacas y la
contractilidad del miocardio. En ocasiones se requieren otros tipos de
estudios, como pueden ser pruebas radiológicas especiales, una prueba de
esfuerzo e, incluso, un cateterismo cardiaco. Estas pruebas más
específicas deberán ser indicadas por un cardiólogo.
Tratamiento.
El tratamiento de la insuficiencia cardiaca
debe ser siempre indicado y controlado por un médico. Lo habitual es
que un cardiólogo indique el tratamiento y haga unas revisiones
periódicas, mientras que el médico de familia es el encargado de seguir
al paciente más a menudo, enviándolo al cardiólogo cuando lo crea
necesario. El tratamiento de la insuficiencia cardiaca requiere la
aplicación de una serie de medidas generales y el seguimiento de una
terapia farmacológica.
Se recomienda seguir una dieta pobre en
sal, ya que ésta favorece la retención de líquidos en el cuerpo. Las
bebidas alcohólicas están contraindicadas, pues pueden deteriorar la
contractilidad miocárdica. En algunos pacientes, sin embargo, puede
permitirse el consumo de un vaso de vino o una cerveza al día. Esto no
es perjudicial en pacientes con cardiopatía isquémica (enfermedad
coronaria). Es recomendable seguir una dieta cardiosaludable, en la que
se incluya abundante fibra vegetal, para así evitar el estreñimiento y
los esfuerzos al defecar. El tabaco debe estar totalmente prohibido
pues, además de que favorece el desarrollo de arteriosclerosis, aumenta
la tensión arterial y disminuye el aporte de oxígeno al corazón, lo que
repercute desfavorablemente en el funcionamiento del corazón, agravando
así la insuficiencia cardiaca.
Es aconsejable descansar suficientemente a
lo largo del día. Por ello, es bueno acostarse pronto y levantarse
tarde. Sin embargo, esto no debe ser excesivo, ya que el sedentarismo es
también negativo. Se recomienda pasear todos los días unos 45-60
minutos. En todo caso, se debe consultar con el cardiólogo el tipo e
intensidad de esfuerzo que se puede hacer. Algunos pacientes pueden
llegar a realizar ejercicio físico ligero de forma regular. No es
obligatorio dejar de trabajar si no se requieren esfuerzos importantes.
Si la insuficiencia cardiaca es severa, los momentos de reposo deberán
ser más largos y los ejercicios deberán reducirse; en estos casos el
paciente habitualmente no podrá trabajar. Si el paciente refiere falta
de aire al estar tumbado, puede dormir con la cabecera de la cama
elevada o usando varias almohadas.
El paciente con insuficiencia cardiaca
deberá tomar diariamente una serie de medicamentos, los cuales serán
indicados por el cardiólogo. Entre estos medicamentos destacan los
diuréticos, que son fármacos que aumentan el volumen de orina, lo que
permite disminuir el acúmulo de líquido en el organismo. Por ello, el
paciente notará que orina más de lo habitual al tomar un diurético.
También recibirá medicamentos vasodilatadores, los cuales mejoran el
rendimiento del corazón. Debido a ello, es posible que la tensión
arterial disminuya y se encuentre en unos valores por debajo de lo
normal. Pueden requerirse otros medicamentos, tales como digoxina,
nitratos, aspirina o anticoagulantes. Siempre deberán ser indicados por
el cardiólogo, quien podrá explicar los posibles efectos secundarios a
tener en cuenta. Todo esto es habitual durante el tratamiento del
paciente con insuficiencia cardiaca, pero el cardiólogo deberá
controlarlo regularmente y realizará los cambios oportunos en la
medicación.
El tratamiento farmacológico permite
disminuir los síntomas y prolongar la supervivencia de los pacientes con
insuficiencia cardiaca, por lo que los medicamentos deben tomarse
regularmente según las indicaciones del cardiólogo. Habitualmente, la
insuficiencia cardiaca no se cura, por lo que los medicamentos deberán
tomarse para siempre. El abandono de la medicación suele seguirse de un
empeoramiento de la insuficiencia cardiaca, por lo que no se recomienda
dejar el tratamiento a menos que lo indique un médico.
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